El sillón
1999
Esta obra titulada El sillón es de la serie "Ausencias", una serie melancólica, que la artista realiza un año después del fallecimiento de su madre en 1998.
Linda Kohen pinta el sillón en el que en vida retrataba a su madre, esta vez vacío. A lo largo de su carrera, la artista ha pintado varias veces a su madre. El vacío y soledad que nos transmite el sillón, nos evoca la muerte y la pérdida de los seres queridos, en este caso, la de su madre. Esta pintura de aparente sencillez y despojada, con sus colores tenues y blancos, también nos transmite una sensación de tranquilidad y paz.
"Un estruendoso silencio. Un silencio que atrapa. Su serie 'Ausencias' con sillones vacíos y espacios desolados, puertas entreabiertas que aluden al pasaje de alguien que ya no está, representa la soledad del hombre. En un mundo globalizado y saturado de violencia, las obras de LK en grises tenues y blancos asordinados y por momentos aterciopelados invitan a la meditación. Nos ofrece un remanso de paz, con sus sillones vacíos y espacios pequeños en los que siempre aparece una puerta entreabierta aludiendo al tránsito hacia el más allá, hacia lo desconocido. Se refiere a la muerte como misterio insondable. Su obra constituye un canto a la vida que anuncia un fin sin alharaca, sin gestos grandilocuentes, sin estridencias." María Luisa Torrens, docente y crítica; directora del Museo de Arte Contemporáneo. Montevideo, 1999.
Linda Kohen pinta el sillón en el que en vida retrataba a su madre, esta vez vacío. A lo largo de su carrera, la artista ha pintado varias veces a su madre. El vacío y soledad que nos transmite el sillón, nos evoca la muerte y la pérdida de los seres queridos, en este caso, la de su madre. Esta pintura de aparente sencillez y despojada, con sus colores tenues y blancos, también nos transmite una sensación de tranquilidad y paz.
"Un estruendoso silencio. Un silencio que atrapa. Su serie 'Ausencias' con sillones vacíos y espacios desolados, puertas entreabiertas que aluden al pasaje de alguien que ya no está, representa la soledad del hombre. En un mundo globalizado y saturado de violencia, las obras de LK en grises tenues y blancos asordinados y por momentos aterciopelados invitan a la meditación. Nos ofrece un remanso de paz, con sus sillones vacíos y espacios pequeños en los que siempre aparece una puerta entreabierta aludiendo al tránsito hacia el más allá, hacia lo desconocido. Se refiere a la muerte como misterio insondable. Su obra constituye un canto a la vida que anuncia un fin sin alharaca, sin gestos grandilocuentes, sin estridencias." María Luisa Torrens, docente y crítica; directora del Museo de Arte Contemporáneo. Montevideo, 1999.